Redacción.- Hablemos de literatura, pero de esa literatura que nos sacude el alma y nos deja deseando que nunca se acabe el libro, que jamás tenga un final aquella historia. Muchos son los valientes soldados que se atreven a tomar una pluma como arma, pero pocos son aquellos que sobresalen del resto, que desnudan y enamoran al lector y lo transportan a una dimensión distinta y lo vuelven el protagonista.
Déjame contarte una historia, la anécdota de un niño intrépido y soñador que hizo vibrar con sus historias hasta al más escarchado corazón. Gabito nació en Aracataca, un rincón de Colombia por allá en el año de 1927, el calendario señalaba el día 6 del tercer mes del año, las manecillas del reloj señalaban las 9 horas. Ese día el mundo recibiría de manos de Luisa y Gabriel al creador de la novela internacionalmente conocida "Cien años de soledad".
Dos años después de su nacimiento fue dejado bajo la tutela de sus abuelos maternos, criado bajo la influencia de un alma atormentada por la Guerra de los Mil Díaz (su abuelo), quien fuera un militar, como cualquier otro, es decir, con una cantidad considerable de muertos en el armario. Sin embargo al tratarse de una persona culta, le mostró a Gabito la puerta al universo de la narración, largas eran las tardes de invierno en las que el niño se sumergía en pesados diccionarios, que a la par de la enseñanza de la lectura ampliaron su vocabulario y crearon al monstruo de las letras.
Mientras tanto su abuela o Mina como el llamaba cariñosamente, hacía volar su imaginación a la hora de dormir con todo tipo de historias fantásticas desde interpretaciones lunares hasta almas condenadas al sufrimiento de la vida eterna. Los días y las noches transcurrían con relatos increíbles, uno más excéntrico que el anterior. Tanto así, que Mina es considerada la musa e inspiración de Gabriel, después de todo ¿qué seriamos sin las fabulosas historias de las abuelas?
El tiempo no perdona y los años transcurren llevándose el último aliento de jóvenes y viejos, el tiempo cura heridas, pero también se convierte en navajas afiladas que causan dolor. La partida de su abuelo dejó a Mina en un estado de profunda tristeza, agravando sus problemas de la vista, lo que dejó de hacerla apta para el cuidado de aquel niño de ocho años.
Con sueños, confusión y tristeza empacados en el baúl partió hacía Sucre para reunirse con sus padres, pero aquello no duraría mucho tiempo puesto que el interés que habían sembrado en él los abuelos, le llevarían a crear el deseo de obtener una educación formal, siendo un internado en Barranquilla quién le abriría las puertas. Pronto sobresaldría en las letras, convirtiéndose en el bufón de la clase con la creación de historias y tiras cómicas, su mayor pesadilla serían los deportes y todo lo relacionado con atletismo, no me crea usted pero los rumores incluso lo señalan como "El viejo", vaya apodo, me pregunto si algún día estuve sentada al lado de un futuro astronauta o científico famoso.
Siendo ya un adolescente pasó incluso por un colegio jesuita, en donde pudo publicar algunos de sus poemas en la revista escolar, a través de una beca se trasladó a Bogotá en donde estudió derecho, como un gesto de complacencia hacia su padre, pero ni las leyes arrancaron su sueño de ser un gran escritor, a solas analizaba las obras tradicionales de aquel entonces, mientras que con su mente hacía recortes aquí y allá pensando en que aquel escrito estaría mejor con tal o cual cosa. No dejaba de pensar que las historias tenían que provocar una revolución mental y emocional tal como las de su abuela, pero con toque fino como el del abuelo. Ya saben un fino corte de carne con una cerveza fría y refrescante, o una metáfora parecida.
Tras un par de sucesos violentos ocurridos en Bogotá se traslada a la Universidad de Cartagena en donde obtiene un empleo de periodista en el Universal, fue tanta la seducción del periodismo que decidió divorciarse por completo de su formación como abogado y entregarse a los brazos de la escritura. Poco tiempo después fue contratado por el diario El Heraldo.
La vida amorosa de Gabriel estuvo marcada por una joven descendiente de inmigrantes egipcios de nombre Mercedes, con quien contrajo matrimonio, de la unión nacieron dos hijos, quienes heredaron el don de la sensibilidad artística.
Se asentaron en la ciudad que nunca duerme (Nueva York), pero Gabriel era un escritor sumamente transparente, especialmente al dar su punto de vista, lo que le creó ciertos enemigos que lo orillaron a trasladarse al país del tequila México, estableciéndose en la capital. Fue en esta república de los sueños y la superación donde escribiría el éxito más grande su carrera "Cien años de Soledad"...
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